¿Qué? La realidad

 

La realidad es, desde los tiempos inmemoriales, un vasto campo de investigación para aventureros como nosotros, humanos de la especie sapiens. Al iniciar, definir su realidad, o de manera más teórica la Realidad con mayúscula, no es una tarea tan fácil, tampoco inútil. Hasta indispensable, con el fin de adaptarse a los entornos de los que dependemos, es decir nuestros diferentes espacios: el natural desde luego, de donde sacamos los elementos necesarios a nuestra subsistencia, pero también privados, sociales, íntimos, profesionales, políticos, culturales, universales … A falta de experimentación directa, podemos investigar la idea de ciertas realidades que progresivamente se nos impusieron, como tal la muerte, una tierra redonda, un universo infinito, el inconsciente, el amor como siempre… La experiencia participa del conocimiento. ¡Este puede parecer abstracto, pero tiene bastantes efectos sobre nuestra vida!

REALIDAD. Esta palabra de multiple significado a la vez dice y omite, revela y esconde, hasta a veces miente. ¿Quién puede prevalerse de conocer toda la Realidad, o todas las realidades, si no Dios, o cualquier definición de lo absoluto? De hecho, la idea de una entidad transcendental, omnipresente y omnipotente murió de manera dolorosa en filosofía desde Nietzsche. Sin embargo, las realidades como la idea de la Realidad continúan existiendo. Pues como para todo paso filosófico, usamos nuestras propias herramientas de análisis para comprenderla, razonemos según un punto de vista, un experimento particular y subjetivo, vamos, un momento de contemplación en un paisaje desértico.

Para empezar, le propongo, querido lector, querida lectora, un enfoque del tema con rodeo de una pequeña folie literaria,  :

***

Estoy en un desierto. Estoy solo y sereno en un jardín zen de tamaño gigante. Delante de mí, una roca negra sobre la arena, en medio de una extensión de dunas claras en luz plena y matutina. Mis ojos están abiertos, mis sentidos y mi conciencia alerta. La realidad de esta roca, pues puedo probarla primero con la mirada, luego por el tacto. Si me acerco a esta roca, la puedo acariciar con las puntas de mis dedos, incluso golpearme y herirme. Eventualmente, puedo rascarlo para intentar, cual aprendiz geólogo, conocer su composición. Después de haber golpeado la roca con mi martillo, un sonido claro se difunde en el aire, entra en mis orejas y me advierte de la presencia de metal en su composición.

Los rayos de sol dan a este peñasco y al paisaje alrededor su realidad visual, con partes alumbradas y otras en oscuras. Una de las caras de lo que adivino ser una piedra volcánica o un largo meteorito, brilla y se vuelve casi deslumbrante. Puedo sentir sobre mi piel como sobre la superficie mineral, el calor todavía dulce de los rayos del astro Rey que se acumula en la roca. Claro, hace un clima perfecto esta mañana, apenas una pequeña brisa tibia y seca. Aunque para otra persona, acostumbrada a climas siberianos o árticos, este calor sería ya demasiado fuerte. Siento el aire fluir en mi garganta y en mis pulmones.

Ahora me desplazo alrededor de esta roca, y mis pies prueban la suavidad del suelo, constituido por arena fina. Largamente di la vuelta a este objeto, sudé, palpé, evalué, pero no estoy satisfecho: ¿Cuál volumen de la roca se esconde de mi mirada, enterrada, escondida en el subsuelo, al amparo del calor? Veo pues sólo una parte de la realidad de esta roca, tengo sólo una vista parcial a pesar de mis esfuerzos, no tengo una grúa al alcance de la mano, tampoco el poder de hacerla volar a dos metros del suelo. Y sin embargo estoy bien despierto y consciente, por ejemplo de la atracción terrestre.

Mientras, la tierra, una roca enorme sobre la cual trato de mantenerme en pie, de la forma de una esfera y de un color principalmente azul, gira alrededor del sol. Sin embargo no siento ningún vértigo ni movimiento, el paisaje es perfectamente tranquilo, estoy muy vertical.

El sol está ahora en su zenit, alumbra la escena de toda su luz, y cogí solamente una porción de mi realidad. Pero ya, debo aceptar que está continuamente en movimiento, en transformación. Para empezar la luminosidad y la trayectoria del sol, o cuando hago un focus sobre granos de arena, luego trato de abrazar todo el horizonte con mi mirada. Hay que notar que, ignorante de la Teoría de la Gravedad (algunos recuerdos escolares), no sería consciente de ninguna manera del movimiento de mi planeta en el espacio. Inconsciente de la composición del aire y del papel vital del oxígeno para mí, pensaría desplazarme sin traba en el vacío sideral de este desierto de sueño.

***

Después de haber dado la vuelta a mi larga roca negra, la subo y me siento arriba. Luego me enfoco en el horizonte, apuntando mi sombrero. No, no tomé una insolación, tampoco soy sujetó a alucinaciones, sino puedo sólo comprobar a lo lejos una imagen rara, alguna vegetación, un oasis. En este paisaje totalmente mineral y afligido, una verdadera escena de muerto, hay una manifestación de la vida, hay agua. ¡Pero esto parece demasiado bello para ser verdad! Todavía tengo dificultad a percibir los detalles, discierno cosas que se mueven y que ondulan en esta aparición. Mi libro de vulgarizar (estandar) sobre la óptica, arreglado en el bolsillo derecho de mi mochila, me enseña que este fenómeno es muy real, esto se llama un espejismo. Puedo ahora ver dromedarios moviéndose, guiados por pastores, unas palmas agitarse al viento, reflejos en el suelo. Y, si uso mis gemelas arregladas en el bolsillo izquierdo de mi mochila – quien comienza a disparar un poco mis hombros con mis reservas de agua – discierno a un humano sentado en un peñasco, que mira a lo lejos y que parece reflejar, también reflexionar.

Las dunas se asombran y hacen entre ella un concurso de formas, la media luna más bella, la ola más bella. El sol se está cayendo. Esperaré que se acuesta en su giro alrededor del mundo, convencido estar ubicado en el centro del universo – aunque sé que desde Copérnico, no es verdad – habiendo apenas levantado aquí la complejidad que evoca la Realidad en conjunto. Se queda esta cuestión única: ¿cómo este peñasco llegó allí?

Enturbiando mi meditación, un avión llega, produciendo una serie de traquidos a lo lejos en el cielo azul apenas aborregado de algunas nubes, un pequeño biplano que parece tener algunos obvios problemas técnicos, mientras que un extraño chico hiperbóreo surge de una duna. Dudando súbito, giro sobre mi roca. Devolviéndome a 180 grados, descubro, asombrado, fascinado, una telón de fondo, así en la sombra con proyectores y cámaras tendidos hacia un decorado de Sáhara en papel mache. Camino sobre un suelo que ya no es completamente el mío, se endurece. El sol también es artificial. Todo está pintado excepto la roca, cual llegó allí por medios insospechados, con numerosas intenciones y gestos misteriosos. Todo parec listo para el rodaje en estudio de una escena de película. Pero es otra historia… Salgo del decorado.

***

Jamás fui en este desierto, porque justo salió de mi imaginación. Lo hice aparecer progresivamente sobre una página blanca con letras, lo construí como un rompecabezas minúsculo con dos o tres elementos que ya experimenté y que creo conocer. Para pintar este paisaje, me inspiré en el Desierto de los desiertos, el Sáhara, idealizado por Saint-Exupéry, pero podría también tratarse del desierto de Gobi en Asia o del de Uyuni en Bolivia… Me parece obvio que mi lector o mi lectora sea capaz de visualizar un desierto común de arena con una roca sombra en el centro, bajo un sol decaído. ¿Usted me comentará, hoy con la televisión, los satélites e Internet, quién jamás vi imágenes de Sáhara? ¡Lo lejos ya es aquí en nuestra época, hay que ser realista!

Sea lo que sea, mis pisadas (huellas) sobre la arena, artificial o natural van a borrarse con el tiempo, con el viento. Pero grabo estas líneas como una primera conclusión en el monolito negro:

« De hecho, la sola cosa que tengamos experiencia, es la realidad; y sin embargo no sabemos sobre eso nada. »

Ramana Maharshi

 

Finalmente, la noche también cayó. El espectáculo de la noche estrellada siempre es impresionante en el desierto. Me acostó sobre la arena todavía caliente para mirar las constelaciones, la Vía láctea. Una estrella fluente atraviesa el cielo, como un resumen de vida. Percibo otras formas, otras manifestaciones en el azul profundo de noche, pero no tengo palabras para describirlos.

Un tiempo de contemplación

El dulce fresco me sumerge en un sueño delicioso, cansado de haber tanto caminado, tan girado, tan pensado. Y tengo, a la elección en la orden, una pesadilla, una aparición religiosa, una visión sexual, una alucinación porque no comí desde hace varios días. El zorro (o era un liebre) que vi correr detrás de una duna cerquita, desapareció en el sombrero de un mago. Este conejo tenía piernas de toda belleza.

Más adelante, la aparición cinematográfica me persigue: un niño disfrazado de Principito saluda a un otro niño disfrazado de marciano, antes de que ambos suban juntos en una astronave de forma indefinible, despegando en la estratosfera. Pero todo esto me deja indiferente. No quiero o no puedo ver nada más. También borro de mi mente esta serpiente que ondula como un pequeño arroyo muy cerca de mi (o posiblemente era una red de agua que serpentea) y me devuelve en mi cama de arena como en un capullo. En cambio no puedo ignorar al escorpión que acaba de picarme al talón.

Tengo hambre, y de repente frío. Tengo un sabor de ceniza en la boca. Es triste, pero voy probablemente a morir pronto. Por otra parte esta historia había comenzado mal, realmente me di un golpe contra la roca que no había visto al principio. Mi herida se infecta con el efecto del veneno, ahora se ve muy mal. Tiemblo y no sé si podré caminar mañana. Me duele, con esta sensación terrible de existir. Sangro y tengo miedo porque sé que voy a desaparecer. Que este decorado también desaparecerá un día, estas dunas, esta luna que me sonríe, este cielo estrellado, la mancha de sangre que la arena lentamente bebe. No será nunca más lo mismo, este decorado. Necesito compartir mi incomodidad, mis incertidumbres y mi miedo. Mi sufrimiento. Gritar quién soy (¿porque quien mejor que yo me conoce?). De vibrar con otros humanos, de razonar con otros seres vivos. ¿Me volvería loco, volviéndome vago?

La realidad, es que cuento tonterías y que estoy totalmente perdido.

A este realidad le falta algo. Creo que necesito amar a algo o alguien para agarrarme a la vida, al lo real, para dar sentido a esta realidad. Para recalentarme y animarme en esta oscuridad, me alivio de mi mochila. Recobro una caja de cerillas en un bolsillo olvidado. Al mismo tiempo que rompo una y que la luz se hace, todo lo que se encuentra en este cuento es como aspirado, atraído en la pequeña caja de cartón: yo, los granizos de arena, la roca, el escorpión, el horizonte, la tierra, el sol, la luna y todas las galaxias. Una cierta idea del infinito, una multiplicación de cajas que se arreglan unas en otras, como muñecas rusas y forman una dinámica infinita, quebrantando espejos complacientes.

Vertiginosas sensaciones.

Me despierto de un sueño largo – ¿O era un viaje astral, una sumersión interior? Abro los ojos, mi cuerpo y mi mental están como nuevos, pero en mi carne, en mi conciencia se imprimieron sentido, emociones, imágenes. Cadenas de pensamientos se crearon pero permanecen sólo unas impresiones en mi memoria. Que pueden quedarse mudas o tomar apariencias diversas, a las que voy a dar un sentido si lo deseo, y así intentar diferentes modos de expresión para devolverles una otra realidad, una forma. Seguramente la escritura es una de esas formas.

Las palabras me hablan y cantan en mi espíritu (porque estas palabras simples y mágicas no se les ve únicamente con los ojos, así dijó el Principito). Entonces imagino que una multitud de palabras vuele alrededor de nosotros sin interrupción, palabras invisibles y disponibles como el agua en el aire, una nube que hila la metáfora. El agua corriente como los sonidos, la música, una humedad que nos mantiene en vida, la saliva en la boca que, con la ayuda de la lengua, teje narraciones, fabrica galaxias de discursos en espirales o simplemente intenta dar cuenta, hacernos resonar o todavía razonar. Mi boca quiere hablar, cantar, besar.

Mi garganta se estrecha, mi lengua es seca y falto de un agua muy efectivo esta vez: dejé mis reservas de agua en la caja de cerilla, distraído que soy. Mi espíritu se evade además más y más, mientras que una citación me viene:

« La realidad, es lo que continúa existiendo cuando se deja de creer en eso. »

Philip K. Dick

Luego otro:

« De hecho, es la vida el espejo y el arte la realidad. »
Oscar Wilde

Y todavía éste:

« Tomo mis deseos por realidades porque creo en la realidad de mis deseos. »
Anónimo, Mayo de 68, Paris

Existen tantas estrellas, tantas experiencias de la realidad. También creo que mi propia caja de cerillas existe entre muchas mas, en alguna parte en el universo, que mismo es posiblemente una caja un poco más grande (o de volumen variable) en el cual todas las cajas pueden colocarse, todas las cerillas del mundo pueden encenderse de concierto. Algunas particularmente brillan y atraen nuestra mirada. Otros se atraen, veo dos allí, aquí y todavía allí, que se inflaman de un amor fulgurante, sabio o infinito. La verdad deseo tanto este pequeño paralelepípedo de cartón, sobre el cual son pintados paisajes antediluvianos terroríficos, montes en los relieves desconcertantes y plateados, valles apacibles y verdosos, las esmeraldas de todos los universos todavía increados, imperios dorados, iras negras y revoluciones rojas, rosa rubí, cascadas tintas con azules inimaginables, mapas celestes de mármol y de alabastro, vías marítimas turquesas y caminos cósmicos salpicados por obsidianas. Tantas piedras preciosas multicolores, a veces brillantes, a veces discretas como ustedes le gustarían ver, tantos fenómenos como ustedes no podrían creer.

 

Realmente valoro este espacio-tiempo que principalmente contiene mi corazón pero también palabras, recuerdos indicados con piedras blancas, promesas, ideas ruidosas en una infinidad de lenguajes, encuentras, o simplemente un gran vaso de agua fresca a gusto, que alguien me regala. Ya quiero beber.

Sólo para probarla, absorbarla, multiplicarla y compartirla, esta agua transparente y pura, estoy dispuesto a atravesar todos los desiertos. Para calentarme a la luz de otras luces y abrir mi mirada, estoy dispuesto a liberarme de mí. Con el fin de encontrar esta caja de cerillas, estoy dispuesto a quemarme los dedos, a renunciar a reinos. Porque mi existencia depende de eso. Y si se necesita, la dibujaré esta caja, la construiré con un poco de cola y el cartón. Debe tenerlo bien en alguna parte, por aquí…

 

 

Para las cerillas, los junquillitos de madera, esto va a ser otro rumbo en este desierto…

¡Andale, debe de tener allí fósforo por debajo del suelo!
Voy a escavar más el sujeto,
posiblemente que encontraré allí

por fin, una fuente de luz
un poco de agua clara.

Porque soy sed
Y tengo finitud.

Florent Hugoniot

22/02/2019

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